El viaje a pie de Johann Sebastian

El viaje a pie de Johann Sebastian narra una historia cuya actualidad es hoy mucho más que un síntoma ¿Puede la historia de una familia excéntrica convertirse en símbolo de un país y de una época? ¿Es la originalidad la más común de las obligaciones? ¿Se narra una vida o se narra contra la vida? El humor y la tristeza se entremezclan en estas páginas para ofrecernos el retrato, al mismo tiempo mordaz y sentimental, de una no tan típica familia española.

El narrador, a punto de cumplir cuarenta años, no sólo mira hacia el pasado para contar su particular educación sentimental, sino que, ya en el presente, retrata con bisturí a toda esa sociedad que vivió el cambio de siglo como un tránsito desde el estado de bienestar hasta la crisis creyendo siempre que los culpables eran, sin duda, «los otros».

¿La trama? Madre de clase baja se compromete en los años sesenta con el señorito de la casa en la que trabaja, joven ingeniero. Tendrán cinco hijos: dos músicos de rock, un mecánico, un camarero y un librero. Ninguno terminará sus estudios. Pasa el tiempo, los padres se divorcian. La madre enferma. El padre, que se ha jubilado y compite con éxito en triatlón, también enferma: sufre un infarto mientras monta en bicicleta. Serán ahora los hijos quienes cuiden de los padres...

Pero la trama, en este caso, es el punto previo a la novela, el lugar del que uno quiere huir, y El viaje a pie de Johann Sebastian narra esas fugas: a través de la música, de la política, de la seducción, del arte, incluso del dandismo de barrio y una bohemia muy particular. En medio de esta historia sobre la caducidad de una familia (de muchas familias, en realidad), asistimos a otra historia en apariencia distinta pero clave aquí, pequeño artefacto alegórico que introduce sutiles modulaciones en el resto de la trama y altera radicalmente los presupuestos realistas de la narración: Johann Sebastian Bach, con veinte años, viaja de Arnstadt a Lübeck para suceder a su maestro, el organista Buxtehude. Un viaje a pie de 350 kilómetros con un final inesperado. Otra fuga a través de la ficción.

Leído en la prensa

«Una saga familiar, si bien brevísima, los Pardo: prole numerosa, hijos rocanroleros, padre falaz, clase media-alta venida muy a menos. Y Carlos, el benjamín, que lo cuenta todo como un Karl Ove Knausgård con delirios dandi-ascéticos y una lucidez brava, casi insoportable. Y mucho humor negro.» Kiko Amat, La Vanguardia

«Carlos pardo ha escrito una brillante novela a la altura de nuestros días. Y, sobre todo, a la altura de las nuevas exigencias que la novela como género tiene la obligación de plantearse.» Ernesto Ayala-Dip, El País

«Un libro de marcada excelencia.» Juan Ángel Juristo, ABC

«El viaje a pie de Johann Sebastian es una narración política con la que uno puede llegar a reírse mucho, pero en la que siempre acecha la decepción, o la conciencia de esa decepción, que es la contradicción entre el lenguaje del ideal y la inmediatez de la realidad. También es una pregunta sobre la escritura. Sin duda, una de las novelas del año.» Nadal Suau, El Mundo

«Una historia narrada en primera persona por Carlos, el hijo menor, el único consciente, al parecer, del anacronismo y egoísmo en el que viven inmersos su familia, y la sociedad de su época.» Silvia Izquierdo, La Verdad

«No sólo radiografía y disecciona a la clase media española del postfranquismo y la Transición, con sus quimeras, sino que explora también en el fracaso, en el capitalismo, en el desamparo, en la decrepitud (...).» Guillermo Busutil, La Opinión de Málaga

«Una novela donde se va caminando “no por el camino real sino por el verdadero”; un camino arriesgado, sin duda, pero “Dios no quiere a quien no quiere perderse”. Y en este perderse hay, aquí, un reencuentro con la buena literatura.» J. A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia

«El viaje a pie de Johann Sebastian es la crónica brutal y desolada de esa generación hueca, incapaz de crear un presente propio, convertida en una coda melancólica de una realidad que se pretende ajena pero que sustancia su existencia.» A.J. Ubero, La opinión de Murcia

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