La librería ambulante (Cartoné)

Prepárese para entrar en un mundo único y lleno de encanto, donde el tiempo se ha detenido: estamos en la segunda década del siglo XX, en unos Estados Unidos todavía rurales y de paisajes idílicos, donde conviven los viejos carromatos y los novísimos automóviles; Roger Mifflin, un librero ambulante que desea regresar a Brooklyn para redactar sus memorias, vende su singular librería sobre ruedas (junto a su yegua y su perro) a la ya madura señorita Helen McGill, quien decide, harta de la monotonía de su vida, lanzarse a la aventura y recorrer mundo. A partir de ese momento se sucederán los encuentros y los desencuentros, y las más divertidas peripecias se darán la mano con las grandes enseñanzas que proporcionan libros y librero.

Desde que este clásico de la literatura norteamericana se publicara en 1917 han sido muchos los lectores seducidos por su poder evocador, por el reconfortante humor que destila y, cómo no, por su atención a los pequeños detalles: estas páginas huelen a las hogazas de pan recién sacadas del horno; en ellas se siente el viento de otoño en los abedules.

«Cuando tengo ganas de sonreír un poco, para que sean más ligeras las tardes, leo las primeras novelas de Morley.» Eugene O’Neill, poco después de obtener el Premio Nobel de Literatura.

Leído en la prensa

«El humor, la calidad de una prosa sencilla y la pequeña épica de la historia, que evoca los cantos a la vida y a la América profunda de Whitman, convierten La librería ambulante en una delicada joya que expresa con maestría el papel de la literatura como superación personal, como valiosa compañía, además de ser un bello homenaje a los que, en otras épocas más duras, transmitieron la importancia de leer.» Guillermo Busutil, La Opinión de Málaga

«Un nostálgico homenaje a las primeras bibliotecas viajeras que se crearon en Estados Unidos en 1905 para proporcionar libros a los granjeros, va dando forma a una deliciosa trama que introduce al lector en la sociedad americana de principios del siglo pasado, donde se dieron cita el vagabundeo, el hambre, la delincuencia, las carreteras y los carros-bibliotecas, pero sobre todo la rebelión de la mujer frente al aniquilamiento de la vida doméstica.» Antonio Bordón, La Provincia

«Un homenaje a quienes nos volvemos locos por leer. Una novela de viaje sobre el gozo incontable que produce la lectura. […] Está llena de amabilidad, dulzura, gracia fina, situaciones intrigantes y cómicas.» Francisco García Pérez, La Nueva España

«La novela es una abierta declaración de amor por la lectura, a su inmenso poder para enriquecer la existencia de las gentes, cambiar mentalidades y abrir horizontes.» Gerardo Elorriga, El Correo

«Morley triunfó con sus novelas dotadas de un humor británico tamizado con la frescura y la claridad expresiva americanas. Tiene algo de poeta seguidor de Whitman y de humorista a lo Twain, aunque a veces nos recuerde más la bonhomía lúcida de un Chesterton.» José Luis de Juan, El País

«Una bonita historia nada corriente que transpira honestidad, ironía, optimismo, se lee risueñamente y ha conseguido la proeza de llegar hasta hoy con sus cualidades intactas.» Robert Saladrigas, La Vanguardia

«Un crítico escribió, y estoy de acuerdo con su aseveración: "¿Cree en la literatura como forma de consuelo, pero también como invitación a la felicidad? ¿Cree en los libros como amigos y maestros? ¿Cree en el "amor verdadero"? Si es así, La librería ambulante es su novela.» Miguel Ibáñez, La Comarca

«La media sonrisa asoma leyendo las novelas de Morley, que atesoran un aire divertido y didáctico, leve y verdadero, nostálgico y consolador.» Fermín Herrero, El Norte de Castilla

«La novela de Morley va contando peripecias sencillas y cautivadoras por el ancho y hermoso paisaje campestre. No se las desvelo. Les digo, eso sí, que, como habrán adivinado, La librería ambulante es un tierno e ingenuo homenaje a la literatura, a los libros, a la lectores y a los grandes escritores, citados estos últimos con profusión. A las ganas de enseñar sin pretensión y a las ganas de aprender con inocencia.» Manuel Hidalgo, El Cultural

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