El Agrio

El Agrio es Bruno, y la narradora, quizá para su desgracia, se ha enamorado de él. Mucho más: se ha vuelto loca por él. Alguien dijo, como un elogio, que ésta era una novela para chicas, pero se equivocaba: en estas páginas en primera persona hay muchas más personas: lectores o lectoras reconocerán e incluso se reconocerán.

Eso sí, nadie antes nos había contado este tipo de amor, de relación, como aquí: Valérie Mréjen, como ya demostró en Mi abuelo, sabe narrar de un modo que va mucho más allá del laconismo o la ironía postmodernos: hay un fondo sentimental, si se nos permite decirlo así, que recuerda a Jean Rhys, a Dorothy Parker, a Natalia Ginzburg... Es decir, prosas aparentemente sencillas con varias cargas de profundidad dentro, con más de un nivel de lectura.

Esta obra, tan divertida como cáustica, obtuvo en 2002 el Prix du Deuxième Roman, creado por la Fundación CIC para el libro y la Asociación para el desarrollo de las librerías literarias.


Leído en la prensa

«Otra excéntrica maravilla con forma de historia de amor imposible entre Bruno (alias El Agrio) y la protagonista. Las ilusiones estranguladas del amor no correspondido, el desdén, la ansiedad y la espera de algo que nunca llega nos lo cuenta la Mréjen a base de flashes rápidos y cortos, con un gran oído para el lenguaje coloquial, montando un estupendo melodrama especiado con ironía y dobles (o triples) lecturas.» Juan Cervera, Rockdelux

«Hay que tener una mano muy precisa para que una historia sencilla, como le ocurría a Sciascia, no sea ni por asomo únicamente eso y crezca tras la lectura. La mano precisa y la mirada ajustada de Mréjen lo logra con este recuerdo agridulce en forma de libro.» Paul Viejo, Público

«Los libros de Mréjen funcionan como episodios televisivos de una serie sobre su propia vida, que comparten unos mismos protagonistas y un mismo estilo conciso e inflexible… Su forma de examinar los recuerdos es casi científica y avanza con el rigor de una entomóloga, clasificando experiencias según sus propiedades observables.» Berta Gómez, Eldiario.es