El librero de París y la princesa rusa

París, a comienzos de los años 60; donde se encuentran una noble de origen ruso alejada de su familia y un elegante librero del barrio judío, del Marais. Ninguno de los dos es joven ya, pero tampoco lo son los libros que ambos aman. ¿Ficción o realidad? Lo cierto es que, en esta ocasión, no importa la respuesta, a pesar de que el virtuosismo de la narradora nos hace creer todo el tiempo que estamos ante un fragmento de realidad, de su propia vida, un capítulo más de su existencia. Por encima de cualquier intento de verosimilitud, la verdad, una suerte de verdad que resulta atemporal según avanzamos en la lectura, y que nos lleva incluso hasta el pasado más remoto, se impone en cada página de esta extraordinaria novela corta. Como el amor al misterio y a la belleza, a toda clase de belleza.

He aquí un fragmento de la novela: «Lo más seguro es que estábamos enfrascadas en una de aquellas conversaciones nuestras sobre caderas anchas o estrechas, poetas revolucionarios y contrarrevolucionarios de la vieja Francia o, tal vez, la estúpida guerra fría entre Rusia y mi país, cuando entró en el restaurante —quedaban siete días para la desaparición de la Princesa— el Librero con un pequeño paquete en las manos».

Leído en la prensa

«Este libro es una joya, un prodigio de delicadeza, inteligencia y belleza al servicio de una sutil, misteriosa y diferente historia de amor.» Manuel Hidalgo, El Cultural

«Ahora que los libros y los libreros corren peligro de extinción, reconforta disfrutar de la delicada prosa poética de Mary Ann Bremer y sentir su veneración por los libros y la pleitesía que rinde a la belleza.» Elena Méndez, La Voz de Galicia

«No se entiende que una autora que domina el lenguaje de una manera magistral, espléndida, con una riqueza no sólo de vocabulario sino también de construcción, que transforma la lectura en un placer, haya pasado desapercibida hasta ahora.» Antonio Bordón, La Provincia

«Una historia deliciosa, delicada, sofisticada, melancólica, pero también feliz.» Roberto Ruiz de Huydobro, Córdoba

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