Idea de la ceniza

¿Existe acaso algo que guste más a los que aman que hablar del amor? Examinarlo, recordarlo minuciosamente, observarlo y analizarlo. Hacia el pasado: ¿qué dijimos?, ¿qué pensábamos?, ¿qué queríamos?, y hacia el futuro: ¿dónde estaremos?, ¿nos amaremos todavía? Hablar del amor y reconstruirlo, tras la muerte del amado, tras la pérdida, para que no se pierda ningún detalle, para convencernos de haberlo vivido, de estar viviéndolo, para que no se olvide ninguna palabra dicha, y para que toda esa ceremonia lo rescate y salve de entre todos los demás amores del mundo y de entre todas las demás palabras de amor, que son únicas y, aun así, siempre las mismas.

En los correos electrónicos que se envían los amantes de  esta arriesgada novela (a veces transmutada en ensayo, y que exige al lector una atención y una complicidad muy especiales), la seducción se mezcla con  cierta suerte de telepatía y los hallazgos mutuos revelan un conocimiento  antiguo del otro.

Los amantes están separados por un océano gigantesco, que salva, a pesar de la grieta profunda que todo exilio abre, la intimidad del  género epistolar, en el que dos voces casi inaudibles, dos voces escritas, se  entienden por el movimiento de los labios, esa coloreada carne fronteriza no sólo entre el interior y el exterior de nuestro propio cuerpo, sino entre un cuerpo y otro, carne que tiembla de deseo y vocaliza el anhelo del reencuentro.

«Todo en este libro», nos dice su autora, como respondiendo a una de las preguntas esenciales que late bajo el texto, «es epitafio». Una primera novela en la que los silencios significan tanto como los excesos de  amor y lenguaje de los amantes que la «protagonizan»

Leído en la prensa

«Un libro de duelo sin dolor, o con poco dolor, al menos no el dolor reconcentrado y omnipresente de otros libros que tratan de la muerte de la persona amada. (…) La originalidad de Idea de la ceniza así como la radicalidad de su autora están en su voluntad de trasladar el pensamiento de Derrida al terreno novelesco. Una decisión arriesgada.» Isaac Rosa, El País

«En Idea de la ceniza hay algo más que una elaboración testimonial del duelo. Se trata del balance entre sentir y pensar y la pérdida como elemento que trastoca ese proceso. Ese tiempo que la vida le regatea a la muerte. El gesto de rebañar lo vivido en el registro que de esa vida queda.» Karina Sainz Borgo, Vozpópuli

«Una primera novela elegante y muy merecedora de un seguimiento.» María Teresa Lezcano, Sur

«Idea de la ceniza requiere de una implicación y una dedicación intensas. A cambio regala hermosos brotes de inteligencia y un buen puñado de sentimientos bien descritos.» José Ángel Sanz, notodo.com

«La solvencia del discurso de Idea de la ceniza consigue que ese duelo lleve incorporado su propio antídoto, como si dolor y felicidad fueran un Jano bifronte, ese dios de la mitología romana que es el dios de las puertas, los comienzos y los finales.» Luis Francisco Pérez, El Estado Mental

«Jaua ha escrito no solo la historia de un duelo sino la de una comunicación total, el mayor entendimiento que se puede dar entre dos seres humanos, sin importar el medio.»Azahara Alonso, Revista Frida

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