Islas flotantes

No es ésta una novela «fácil»: algunos lectores podrían sentirse agredidos por tanto sexo y tan explícito; y otros, por la manera tan cruda de mostrar enfermedades y hospitales. Pero Islas flotantes satisfará a muchos otros lectores por esas mismas cuestiones: por cómo muestra el sexo y por cómo muestra la enfermedad. Sin tapujos, sin eufemismos. Y con una prosa tan apabullante como extraordinaria.

¿Qué hace la narradora visitando a su padre en un hospital de Ginebra? ¿Por qué ella misma es ingresada a continuación en ese mismo hospital? Este libro está lleno de preguntas, de sueños, pesadillas y fantasías. Lo grotesco se mezcla con lo poético en cada fragmento, en cada secuencia: una sucesión de «islas narrativas» (según las llamara la propia autora, que eligió como título el de un famoso postre) llenas tanto de humor negro como de un erotismo crudo. El placer y el dolor como cara y cruz de la moneda de la vida.

Cada época ha tenido su enfermedad, y cada enfermedad, sus escritores. Boccacio y la peste, Bau­de­­laire y el mal francés; la tuberculosis y Thomas Mann, el sida y Hervé Guibert. Islas flotantes es una novela sobre el cáncer, descrito en su más desnuda presencia, con sus tubos, sus hospitales y enfermeras, su olor a lejía y orines, su muerte sucia.

Leído en la prensa

«Islas flotantes no es una novela, ni un ensayo, ni una autobiografía, aunque de todos estos géneros tiene algo, y quien se adentre en estas páginas se encontrará con un testimonio radical de los demonios de Mansour, que son también los de muchos de nosotros.» Elvira Navarro, Qué Leer

«Mansour es una de las voces más personales de la literatura francesa del XX.» Ana Abelenda, La Voz de Galicia

«Islas flotantes resulta a la postre un libro especial y el lector que persevere será recompensado por una sensibilidad fuera de lo común. Un lenguaje evocador, poético, da paso sin solución de continuidad a un argot de burdel, de una crueldad desnuda, inocente.» José Luis de Juan, Diario de Mallorca

«Mansour es de estirpe surrealista, y aquí se nota que bebe de las mismas fuentes envenenadas.» Raúl Quinto, Diagonal

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