Visita a un extraño

He aquí un hombre de este tiempo, de estos años. Y he aquí su vida, su novela: los apuntes o memorias de un entresuelo de paredes húmedas y libros y discos diseminados al azar; una madriguera de ecos bohemios en una ciudad que recuerda a Madrid pero que es muchas otras ciudades: Buenos Aires, San Sebastián, Los Ángeles. Una ciudad en la que este personaje sobrevive gracias a extrañas ocupaciones: el horóscopo de una revista femenina, el póquer virtual, los encargos de una agencia de publicidad, al tiempo que se relaciona con otra serie de personajes también a la deriva que celebran con él la posibilidad de vivir cultivando la infancia, la compañía de los mitos o la siempre reconfortante posibilidad de la escapada.

Como en una vuelta de tuerca al “hombre sin atributos” de Musil, en estas páginas el desengaño no logra imponerse totalmente sobre “la gracia de vivir”, la filosofía de lo cotidiano encuentra verdades hasta en las hortensias o la fotografía y la realidad se convierte muchas veces en caricatura gracias tanto al humor como a la tristeza.

Benjaminiano unas veces, quevedesco casi siempre, es decir, barroco y nihilista a la vez, Visita a un extraño es un libro de iluminaciones sobre la identidad perdida y el mundo reencontrado en una habitación; un relato sobre la incertidumbre que acaba convirtiéndose en un inventario de las muchas certezas que nos acompañan durante la caída, cualquier caída. Y es un roman à clef extraordinario que le da la vuelta también a ese conocido tópico: sexo, drogas y rock and roll.

Leído en la prensa

«Reboiras ha indagado siempre en esa linde en la que un yo un tanto encogido se expresa con fuerza e intensidad para dar cuenta de su fragmentación como corresponde al mundo que le ha tocado vivir. En Visita a un extraño se trata del paseo por una vida al modo en que el flâneur baudeleriano trasteaba por los pasajes parisinos; una vida marcada por cierta distancia propia del dandi. Lo interesante es el ahondamiento lúcido y desapasionado de la realidad circundante. Hay en este sentido en las páginas de la novela una transfiguración de lo que debe ser la memoria que se resuelve en momentos destacables. La curiosa creación del yo como un Rimbaud viejo y traqueteante.» Juan Ángel Juristo, ABC

«Visita a un extraño tiene una marcado sesgo generacional. Es la noticia que da un náufrago a propósito de un naufragio colectivo. No es que se hundiera un barco de la magnitud del Titanic, como mucho se fue a pique una balsa. Pero era una balsa en la que todos viajaban ebrios de vida, enloquecidos por un mundo tan ancho y lleno de placeres, decididos a devorar cuanto pasara por delante.» José Andrés Rojo, El País

«La novela tiene mucho de pesimista documento generacional y en cierta manera supone una recreación ficcional de los intelectuales melancólicos. Buenos aciertos expresivos y la disposición formal comedidamente innovadora revivifican con éxito un motivo sin tiempo.» Santos Sanz Villanueva, El Cultural