Hiere, negra espina

«Hiere, negra espina.» Ésas fueron las palabras que el poeta Georg Trakl hizo pronunciar a su hermana Gretl en un famoso poema escrito poco antes de la batalla de Grodek, durante la Primera Guerra Mundial. El eco de esa dramática belleza puebla este libro intenso y emocionante, que va mucho más allá de las relaciones incestuosas entre hermano y hermana: estas páginas son ante todo una apuesta por el lenguaje. Y por cómo éste se enfrenta a la vida, al amor y a la muerte.

La primera imagen que cifra esta novela, a la vez delicada y terrible, poderosa, es la del hermano y la hermana que, de niños, tocan juntos el piano y comparten lecturas... El gran poeta alemán que la protagoniza, heredero de su admirado Hölderlin, fue calificado también de loco, como su maestro. En realidad, fue llamado bohemio, vicioso, sátiro, alcohólico y drogadicto, y se dijo que de él «sólo brotan la melancolía y el estertor que antecede a la muerte». Pero de Trakl brotó asimismo una de las grandes obras poéticas del siglo XX.

Leído en la prensa

«La pasión que muestran estas páginas sólo puede llevar a la locura y a la muerte... Una novela sin igual sobre el amor, la espera y el sufrimiento. La historia del poeta suicida y de su excesivo amor, puro e impuro al mismo tiempo.» Le Magazine Littéraire

«Un libro importante y quizá más femenino de lo que, de entrada, pudiéramos creer... La presencia de Margarethe (Gretl), hermana, enamorada más que amante, y también poeta en la sombra, según nos deja ver Combet, es lo que da verdadero sentido a esta sutil narración; es decir, esta novela es porque ella fue.» La Quinzaine littéraire

«El negro latido de la vida que Claude Louis-Combet decanta en este singularísimo libro en el que se funden relato biográfico, exégesis, admiración, compasión, poesía propia y ajena para expresar un sentimiento vital de la palabra literaria.» Marta Sanz, El País

«Relata el drama de los Trakl con un lenguaje de exquisita belleza, una belleza dura y a veces violenta, como corresponde a la historia.» Ignacio F. Garmendia, Diario de Sevilla

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