Narrativa autobiográfica
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Ya sean desdichadas o felices, es decir, diferentes o parecidas —según la célebre definición de Tolstói—, todas las familias tienen sus extraños: aquellos individuos de quienes tal vez sólo se conserva un puñado de noticias dispersas y a los que, sin embargo, se alude con cierta frecuencia por algún enigmático suceso, por su peculiar oficio o por la fuerza misma de su singular personalidad, que los obligó a permanecer alejados del devenir corriente de la familia. Rostros, por tanto, huidizos, muchas veces en la frontera del olvido definitivo. Para rescatarlos de esta frontera última y para saciar una antigua curiosidad —la que proviene, pura e ingenua, de los relatos inconexos escuchados durante la infancia—, el narrador reúne en este extraordinario libro a cuatro de s16,75 € Añadir al carritoLos extraños
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«Tengo veintiocho años y llego a Rennes con tres palabras de francés por todo equipaje: Jean, Paul y Sartre. También llevo mi cartilla militar, cincuenta Deutsche Mark, un boli y una gran bolsa de deporte desgastada, color verde aceituna, de marca yugoslava. Su contenido es escaso: un manuscrito, algunos calcetines, un jabón deforme (parece una rana muerta), una foto de Emily Dickinson, una camisa y media (para mí, una camisa de manga corta sólo cuenta como media camisa), un rosario, dos postales de Zagreb (sin usar) y un cepillo de dientes. Estamos a finales del verano de 1992, pero voy vestido como para una expedición polar: dos chaquetas pasadas de moda, una bufanda larga, y en los pies las botas de ante, dadas de sí, tras sufrir diez mil mordiscos de la lluvia y el viento. So18,40 € Añadir al carritoManual de exilio
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Tamara Petkévich gozó de una infancia privilegiada en la hermosa aunque empobrecida Petrogrado de los primeros años del régimen soviético, en el seno de una familia de convicciones revolucionarias afiliada al Partido Comunista Bolchevique. Aun así, cuando tenía diecisiete años, el vértigo innombrable de la Gran Purga arrastró a su padre hasta el centro de su vacío. Una vez que lo arrestaron, toda la familia pasó a engrosar la categoría de «enemigos del pueblo». Por eso, años más tarde, Tamara fue condenada a siete años de trabajos forzados en el gulag. En su descenso desbocado hacia el abismo conoció todos los círculos del infierno estalinista, sobreviviendo en condiciones indescriptibles, sometida a una lógica despiadada y demencial que había decidido de antemano qui28,00 € Añadir al carritoMemorias de una actriz en el gulag
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El 11 de septiembre de 2001 dos aviones se estrellan contra las Torres Gemelas, en Nueva York, y Clémence Boulouque se encuentra no muy lejos de allí. Ese atentado terrorista le hace recordar las bombas que estallaron en París cuando era niña: en la oficina de correos del Ayuntamiento, en el supermercado Casino de la zona de Défense y en el pub Renault, en la prefectura de la policía y delante de los almacenes Tati, en la rue de Rennes... Ese atentado terrorista le hace recordar aquellos otros muertos. «Un joven juez parisino se hizo cargo de aquellos casos. Yo llevo su apellido y su duelo», escribe Boulouque. Su padre, uno de los jueces más mediáticos de la historia de Francia, se ocupó de aquellos expedientes del terrorismo islamista durante algunos intensísimos y difícile15,50 € Añadir al carritoMuerte de un silencio