El brazo de Pollak
Roma, víspera del 16 de octubre de 1943. Alertado de los planes de las SS de llevar a cabo una redada de judíos a la mañana siguiente, monseñor F. envía al profesor alemán K. al Palazzo Odescalchi. Su misión: trasladar urgentemente a Ludwig Pollak y a su familia al Vaticano para salvarlos de una deportación que finalmente conduciría a más de mil judíos romanos a la muerte en Auschwitz. Sin embargo, Pollak (1868-1943), en vez de apresurarse a huir, decide contar su historia: sus estudios de Arqueología en Praga, su pasión por Italia y Goethe; su amistad con Strauss, Mahler o Rodin; cómo se convirtió –pese a que su condición de judío truncara su carrera académica– en un reputado anticuario y en asesor de grandes coleccionistas, entre ellos J. P. Morgan o el emperador austrohúngaro, y, por último, su espectacular hallazgo del brazo faltante de la majestuosa escultura antigua Laocoonte y sus hijos, un descubrimiento que revolucionó la interpretación tradicional, y más consoladora, del grupo escultórico helenístico al ofrecer otra políticamente incómoda. Pollak revela ser alguien dotado para diferenciar lo auténtico de lo falso, un virtuoso de la mirada.
Hans von Trotha entreteje con audacia los destinos del erudito judío y del sumo sacerdote troyano Laocoonte, que recibió el castigo de los dioses por comprender el peligro que ocultaba el regalo del famoso caballo.
El brazo de Pollak es una novela sobresaliente que nos muestra los oscuros intersticios entre la civilización y la barbarie gracias a un personaje real, Ludwig Pollak, que dedicó su vida al arte, a un ideal de belleza eterna y que decidió no rendirse a los horrores de la sinrazón humana.
Leído en la prensa
«No hay muchas historias de un heroísmo sin estridencias como la suya. (…) No es solo una figura del “mundo de ayer” del que escribió Stefan Zweig, sino también una de esas personas extraordinarias —y, por lo tanto, tan difíciles de comprender— que, enfrentadas al horror sistematizado en nombre de un prejuicio, prefirieron, a la salvación personal, la del testimonio y las ideas.» Patricio Pron, Babelia
«Lejos de provocar en el lector una sensación estática o tediosa ante dos personajes que conversan, Hans von Trotha dosifica con maestría el suspense y permite fluir y aparecer la vida, el esplendor de unas vivencias que en el fondo nos hablan de la caída en desgracia no solo del protagonista, sino de toda una idea digna y sublime de Europa.» Ernesto Calabuig, El Cultural
«La novela es también un greco velado, un mármol que se alarga en el tiempo, la agonía en movimiento, basculando entre la autoconciencia y la muerte, ¡Qué audacia narrativa, la de Von Trotha!» Ángela Molina, El País
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